miércoles, 1 de junio de 2011

Madurez, divino tesoro.... dónde estas?

Son las 4:30 de la mañana y hay algo que no me deja dormir. La temperatura es perfecta y mis sábanas están suaves como siempre. Mi gata sigue durmiendo en el mismo espacio de la cama y de pesadillas tampoco hay mucho que decir. A las 4:30 mi corazón comenzó a latir de una forma desesperada y absurda. Molesta, en un intento por llenar sus heridas.


A veces cuando crees ciegamente que algo va a pasar y no sucede, la caída suele ser muy grande. Si te dicen "di lo que piensas, la verdad está primero, y no te preocupes que como adultos lo sabremos resolver" uno confía que eso será así, que si se plantea cualquier tema con respeto y delicadeza se podrá conversar de forma calmada y madura..... por sobre todo madura.


Y he me ahí, dudosa respecto a si contarle a esta persona una verdad simple y normal: que una niña me daba un poco de celos. Y es que suena sencillo: se lo digo, lo conversamos, él me tranquiliza y listo! tema resuelto. Igualmente decidí consultarlo y la respuesta fue la más lógica: hablarlo es lo más maduro.


Me ahorraré los detalles, pero fue un escándalo. Desde un arruinarle el día hasta el "no quiero conversar contigo, hablemos otro día". Esto fue ayer en la mañana. Desde entonces que no sé nada de él.


Y yo me pregunto: ¿fue tan grave? creo que es la primera vez en  nueve meses que menciono algo que no me agrada tanto. De repente, me encuentro frente a una situación espantosa donde decir la verdad es monstruoso y  quien lo escucha es la víctima. ¿Qué clase de madurez es esa?


Me siento dolida, herida, decepcionada y cansada de tanto llorar por una caída que me dolió hasta el alma. Porque confié e inocentemente creí que sería comprendida o por lo menos aceptada. Fui rechazada y mandada olimpicamente a la mierda.


En un rato más tocará levantarme. Y yo sin ganas de trabajar....

lunes, 14 de febrero de 2011

Ley del silencio n° 554

Puedes tener una hora, día o semana excelentes. Sentir que todo funciona como reloj. Que no hay nada malo, que el día está más soleado e, inclusive, que el aliento del perro huele mejor. Puedes hacer una y mil cosas, sin esperar nada a cambio, por obtener esos momentos o lograr que otros los tengan, con la simple idea de verlos felices, llenos, plenos completos... porque sabes que si la sonrisa en sus caras es lo suficientemente grande, no necesitas nada más que eso.


Pero el ser un humano tiene un gran, graaaaan defecto: siempre privilegia lo negativo a lo positivo. Son pocos los que te felicitan en el trabajo por hacer las cosas bien, menos todavía los que ven con buenos ojos el devolver esa billetera forrada en billetes que encontraste en la calle (te miran con cara de idiota, más que de otra cosa).


¿Por qué dejar que un detalle, un punto negro del porte de un alfiler empañe todo? ¿Que no ven la belleza de ese momento? "es que a las mujeres les gusta el drama" No. No tiene que ver con ser hombre o mujer, por lo menos esta vez. Algo que te encantaba, ya no te gusta tanto; aquello que te hacía reír ya no lo hace tanto.


Estamos llenos de defectos, así como el día y los momentos. Pero a veces parece mejor quedarse callados y no mencionarlos, aunque a uno no le importen tanto, porque no sabes como reaccionará el de al lado.


Hay que ver lo bueno, lo positivo, lo alegre, y si todo el día fue así ¿para qué re enfocarte en lo malo? 

jueves, 3 de febrero de 2011

Sólo quedará el viento...

Hace días que ya no hay palabras bonitas. No se escuchan sueños a futuro, ni se puede ver ese "que se yo" que antes había.


Ya no hay sonrisas o regalos. No hay salidas a lugares fantásticos que escapan a la imaginación.
Ya no me dicen lo radiante que me veo y si el amor me dejó más delgada.


Todo eso ahora es lejano, borroso. Una epifanía de una noche de verano que duró unos cuantos meses.


Hace poco estuve enferma, resfriada, pero cuando me enviaron del trabajo a descansar lo que veían era una cara demacrada y desgastada de las peleas y falta de comprensión de ambos. Es como si hubiera una piedra que interrumpiera ambos extremos. Como si de la nada apareciera ¿o es que siempre estuvo ahí? ¿en qué momento me negué a verla? ¿en qué momento me tapé voluntariamente los ojos? Tal y como diría Elizabeth Gilbert "si fui partícipe de cada segundo y centímetro de esta vida ¿porque ahora se me hace tan ajena?".


Intercambiamos palabras frías, con un sentido racional, lógico, pero muerto.


Y no me atrevo a moverlo por miedo a que apenas mueva un dedo algo vaya a cambiar.
"Eres culpable de esperar que algo cambie". Sí, lo sé. Soy nuevamente ese paladín que se queda en su posición hasta que derrame la última gota de esperanza, sudor y, porque no, sangre. 


Pero el viento no tardará en aparecer, ya lo siento venir, y arrasará con todo a su paso: casas, animales y los pequeños arreglos del jardín... habrá que construir todo de nuevo y empezar de cero, nuevamente.