domingo, 9 de mayo de 2010

Sin previo aviso

Cuando alguien se suicida, es algo inesperado. Sólo lo hace, sin preámbulos ni explicaciones. Busca el mejor lugar que le acomoda para el hecho, y se tira.

No piensa en la gente que está alrededor o en su familia. Mucho menos en lo que dirán... que más da, si ya estas muerto.

Los que tienen peor suerte (o mejor, según el punto de vista) sobreviven, ya sea con las mil y una fracturas, un problema que le durará toda la vida, matando o afectando sin querer a otra persona, o con la burla de "cómo pudo ser tan weón".

Y tampoco podemos olvidar el otro lado, el de los que ven o saben la noticia. Es una razón más de copucheo, para estar sentados haciendo sobremesa y hablar del tema, para elucubrar sobre los porqué e indicar con el dedo a los culpables: fue el padre y su tiranía, el agobio del trabajo o la típica de "se mató por un amor no correspondido".

Somos básicos. No nos duele a nosotros ni nos afecta. Sólo lo sabemos.

Cuando los familiares ven en Terra que el nombre de su amigo/pariente está mal escrito, les duele en el alma y llaman desconsolados pidiendo que por respeto lo pongan correctamente.

Cuando ven un accidente en las noticias y después de unas cuantas horas saben que Juanito estuvo ahí, se les cae el mundo encima. Y no importa si están trabajando o apagando un incendio en la pega. Mucho menos si está lloviendo y no tienen un paraguas a mano.

Quizás Juanito decidió matarse, pero con él logró matar una parte de cada persona que lo conocía.

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